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Exposisiciín Eduardo Momeñe / Circulo de Bellas Artes                                                                                                                              © Fotografía: Helena Pomar, 2023

Una entrevista de Andrea de Funes con Eduardo Momeñe

Catálogo CBA. (un extracto)


«El pintor Frank Porter muestra el retrato que le hizo a Xoe Trevor al posible cliente Mark Brett. 

Mark Brett: No sé parece en nada a Xoe, no es reconocible. 

Frank Porter: Entiendo… Ud. quiere ver algo más convencional, más fotográfico». 

The Spaniard’s Curse, Ralph Kemplen, 1958


AF. Retratos y otras ficciones... Es un buen título...

EM. En realidad, el retrato ya es una recreación en sí mismo, una puesta en escena. Es una extraña actuación, digamos que teatral. Tan solo dura una centésima de segundo, su público es la cámara, se actúa para la cámara. En todo caso, sí, hay otras ficciones… 

AF. Prácticamente todas las fotografías son «de estudio». 

EM. Entre otras opciones posibles, son una parte importante de mi trabajo a lo largo de los años. El estudio es ya en sí una camera obscura, algo así como un no-lugar, en el que cualquier imagen es posible. Es un espacio donde me aíslo y el mundo desaparece. Me gusta su silencio, nunca fotografío con música.  Hay un dato que me parece curioso, y es el de comprobar que casi todas las fotografías, a lo largo de más de cuatro décadas, están hechas en los mismos metros cuadrados, una inquietante máquina del tiempo.  

AF. ¿A qué llamas ficción? 

EM. Digamos que lo utilizo como escenificación. No va más allá, no pienso en mundos imaginarios donde nada es verificable, donde nada ocurrió. Todo tiende a una cierta sospecha si buscamos lo real del mundo en una fotografía, pero me temo que lo real se encuentra en otro lugar. Quizá sí se pueda percibir un cierto eco, un cierto recuerdo; la fotografía es tan solo un texto. No espero que en la primera página de un libro con fotografías de CartierBresson se advierta: «Fotografías basadas en hechos reales», pero sería de gran ayuda un comentario fiable. Es necesario que nos lo aseguren y que lo creamos, porque las fotografías nunca nos van a decir de qué trata lo que vemos, es una incertidumbre no tan lejana a la que puede producir la temida inteligencia artificial (IA). No sé por qué a la fotografía se le ha colgado el sambenito de tener que documentar la verdad del mundo, de tener que responsabilizarse de ello. La verdad es demasiado tema, quedémonos con nuestra pequeña e incierta verdad fotográfica, que ya es mucho. La escenificación es una ficción muy controlada que, muy a menudo, busca comentar mejor lo real, le aporta un cierto sentido; esa ficción puede proporcionar una extraordinaria síntesis a quien busque ciertas realidades. Ralph Gibson hablaba en La puerta abierta1 de un documentalismo direccional, que equipara –para entendernos– a un cinéma verité / direct cinema. Es interesante porque poco documentalismo no está escenificado… y estructurado. No hay mejor lugar para la ficción que un riguroso documentalismo, y quizá no hay mejor camino para acercarse a lo real que la ficción. En ciertos libros se puede leer realidad inventada, pero también habría que matizar el término. 

AF. ¿Te refieres a la ficción como un escenario en el que se lleva a cabo una representación con decorado incluido? 

Sí, aunque, de hecho, el mundo que está ahí ya es un excelente escenario. El juego que puede plantear la fotografía es el de no dejarnos saber a ciencia cierta dónde hay un escenario con actores y dónde no lo hay. No tenemos esa garantía. af Has comentado que fotografías con espíritu de coleccionista, que vas conformando una colección de fotografías. em Sí, colecciono mis fotografías, y la manera de ir ampliando la colección es continuar fotografiando; no es fácil que las encuentre por ahí. François Truffaut comentó algo que me pareció interesante: hacía películas porque había algunas que quería ver, e incluso poseer y, aunque veía películas muy interesantes, había muchas que no encontraba cuando iba al cine. Es difícil coleccionar imágenes amontonadas en el ordenador, pero no lo es coleccionar fotografías: son objetos y se coleccionan como cualquier otro objeto. Tienen la particularidad de que son objetos realmente curiosos. Es una bonita colección. af Elegiste la fotografía. Sin embargo, te interesa mucho el cine, y no solo como espectador: siempre has hablado de hacer cine. Podrías haber escrito un libro titulado El placer de filmar, no solo El placer de fotografiar 2. em Fotografiar es más inmediato, más tangible, y en ello va parte de su atractivo. También es otra escritura. El cine siempre ha sido un asunto pendiente y me temo que así seguirá. Tuvo su momento, pero era complicado de gestionar, demasiada dependencia si quería algo de calidad formal. Me supone ya mucho esfuerzo hacer fotografías. De hecho, El placer de fotografiar, en lo que a mí respecta, debería de tener una secuela: El placer de la fotografía, con lo que incluso me sentiría más identificado. Sería un libro diferente. Hice una pequeña película siendo muy joven, Andante (1974), que tuvo un cierto recorrido. Sentí que el cine era posible, y en soledad. Por supuesto, se puede hacer un excelente cine con pocos medios, ahí está Ross McElwee; su trabajo me interesa mucho. Pienso que quizá tenía que haber seguido con ello, pero la fotografía me llena plenamente, y en ningún caso la he vivido como un sustituto del cine. Lo que ocurre es que, pesar de ser lenguajes muy diferentes, mi cabeza fotográfica se parece mucho a la cinematográfica, y tanto en uno como en otro medio no pienso en algo que contar, tan solo quiero mostrar ciertas cosas, describir visualmente [...]  


 © Fotografía: Helena Pomar, 2023