AfterPhoto                                                                                                     ES / EN

Exposisiciín Eduardo Momeñe / Circulo de Bellas Artes                                                                             ©                 Fotografía: Helena Pomar, 2023

Una perpetua maquinación o dos o tres cosas                                             

que sé sobre Eduardo Momeñe 

Juan Manuel Bonet 

Texto catálogo CBA. (Un extracto)


A Manolo Quejido siempre le ha gustado decir que vive en un estado de perpetua maquinación. Retomo este término de andar por casa forjado por el pintor sevillano afincado en la ribera del Manzanares, para emprender este recorrido por el denso y fascinante universo de Eduardo Momeñe, cuya batalla por la fotografía, una de las más dilatadas y tenaces de nuestra escena, se desarrolla en muchos frentes, que acaban convirtiéndolo en morador de una galería de espejos. Le añado, además, a lo de la maquinación, un subtítulo claramente godardiano. De Godard, me gustan mucho las primeras películas, me gusta mucho la escena de las postales en Les carabiniers (como Momeñe, soy un loco de la postal), y me gusta mucho una frase que he citado muy a menudo, en francés: «Il faut tout mettre dans un film». Momeñe, bilbaíno de 1952, heredó de su padre (al que en este catálogo encontrará el lector un bonito homenaje: una fotografía en color de la que fuera la cámara cinematográfica paterna, una Bolex-Paillard) su afición por el cine, la fotografía y los viajes, y de su madre, el gusto por la música y la literatura. Le vino pues de fábrica la afición a la trashumancia, que ha hecho que en su carrera además de Bilbao y Madrid hayan sido importantes ciudades como Barcelona o Zaragoza, y otras más pequeñas (dos ejemplos: Logroño y su ejemplar Casa de la Imagen, y Pamplona y su Museo de la Universidad de Navarra, institución donde en su prehistoria cursó –por breve tiempo– estudios de Derecho), a las que lo conducen sus cursos y conferencias (ver al respecto su manual de 2007, varias veces reeditado La visión fotográfica, del que luego hablaré, y con el que echó a andar AfterPhoto, su guadianesco pero exitoso proyecto de autoedición y autodistribución) y hayan sido importantes también el festival fotográfico de Arles, o sus estancias más prolongadas en París y sobre todo Bruselas, capital administrativa esta última de una Europa que, como luego se verá, ha recorrido y fotografiado y pensado incansable, obsesivamente.  

Momeñe son muchos Momeñes, es una sólida base intelectual y mucha ficción, son máscaras, es una galería de espejos, y es todo verdad, incluso cuando construye teatrillos, novelerías, juegos sin fin. Retratos y otras ficciones se titula, para dejarlo claro de entrada, la muestra para cuyo catálogo escribo. Un título que es una versión algo retocada del que en 2010 le puso a su individual en Metta: Retratos, video y otras ficciones. Las fotos más antiguas que conozco de él las tomó con apenas veinte años. Documentan los Encuentros de Pamplona de 1972, en cuyo departamento de prensa por mi parte trabajé, aunque no tuvimos entonces ocasión de coincidir. En sus instantáneas de aquel magno evento, concebido por Luis de Pablo y José Luis Alexanco por encargo de la familia Huarte, salen John Cage y David Tudor, Luc Ferrari, Steve Reich y Laura Dean y Phil Glass, los ZAJ, el belga y hoy madrileño Alain Arias-Misson… Algunas de esas fotos se publicaron aquel mismo año, gracias al último de los nombrados, en la revista experimental Lotta Poetica, de Brescia, y figurarían en la muestra que a los Encuentros dedicó el Reina Sofía en 2009, comisariada por José Díaz Cuyás. Otra colaboración de vanguardia; la que establecerá en 1980: con el grupo de Pedro Garhel y Marta Schinca. Al mismo contexto pertenecen sus retratos de Philip Corner, artista Fluxus, amigo de los ZAJ, que aquel mismo año dio un curso en el Aula de Música de la Complutense con Alison Knowles, y pasó por el estudio. Si en 1967 Momeñe ya tenía, en el colegio, un grupo de rock, Old Music, durante toda su juventud estuvo muy pendiente de ese planeta, En su cronología más difundida, a la altura de 1971 leemos lo siguiente, escrito en tercera persona como se suelen escribir este tipo de documentos: «Jethro Tull publica Aqualung. Le gustaría ese tono, esa fuerza, para sus fotografías». (Más tarde, retrataría a Ian Anderson). En esa misma biografía, a la altura de 1972, indica: «Todos los meses compra Vogue francés tan sólo para ver el nuevo anuncio de Charles Jourdan hecho por Guy Bourdin». Otro dato epocal, que hará que, en 1975, tras abandonar estudios de Económicas, para gran disgusto de su padre se traslade a París con la intención de enseñarle un porfolio al célebre fotógrafo de moda. No le sería posible acceder al maestro, pero terminaría trabajando de ayudante en el estudio de otro fotógrafo entonces célebre en el mismo campo de la moda, la publicidad y el erotismo, el alemán Uwe Ommer, muy bueno técnicamente, aunque su obra hoy nos resulte muy «fechada». De los entusiasmos adolescentes que enumera Momeñe en diversas entrevistas, me gusta encontrarme con uno compartido: Blow Up, la película londinense de Antonioni, que vi en un cineclub sevillano de finales de los sesenta, y que se me superpone un poco con Zabriskie Point, uno de los descubrimientos que hice en el Londres de 1969, en que también vi la película de Godard sobre los Rolling Stones, además de empaparme de Hockney (que a él le interesa mucho), el tintinesco Patrick Caulfield y demás pintores pop ingleses. Otro entusiasmo cinematográfico compartido: Andrei Tarkovsky, sobre el que ha escrito en Frontera Digital, alabando su «arte de retar al tiempo» tanto en su cine como en su obra fotográfica. Al bilbaíno también le tentó por aquel entonces el cine. De 1974 es su corto Andante, con música de Bela Bartók; una cinta casi inmóvil, que parece hubiera sido rodada circa 1900 por un simbolista. Casi inmóvil, digo: todas las sucesivas tentativas cinematográficas del fotógrafo, muy breves, tienen algo de primitivas, y de fotografías en (leve) movimiento [...]  


 © Fotografía: Helena Pomar, 2023